Love song. Deja que esto no acabe nunca

A lo mejor Carlos Zanón es el escritor más interesante de España. Lo es, entre otras cosas, porque se apresuraría a desmentir esta frase y lo haría de verdad, no con modestia impostada. Lo cierto es que da gusto leerle y da gusto escucharle. Empezó publicando poesía, también se ha dedicado a escribir letras de canciones para otros y a la crítica musical, pero lo que le ha terminado de proporcionar un sitio más establecido en la literatura contemporánea en castellano ha sido la novela negra. Aunque en realidad él también se distancia de esa etiqueta, pues siempre ha sido un heterodoxo y, de hecho, en sus novelas el crimen sobra -o no pasaría nada si no existiese-. Le conocí con Yo fui Johnny Thunders (RBA), un texto que está a la altura de su glorioso título y confirmé la excelente impresión con Taxi (Salamandra).

Ahora vuelve con otro título musical, Love song (Salamandra), en el que nos cuenta el viaje que un verano emprenden tres amigos músicos, la pareja formada por Jim y Eileen acompañados por el carismático Cowboy, y la compañía estelar de Polidori, el rebautizado protagonista de Taxi. En John Milner Loquillo cantaba «Los muchachos del verano se dijeron adiós» y, antes de que, como en esa canción, todo se vuelva más viejo, más frío y más gris, los protagonistas de Love Song deciden embarcarse en una gira de despedida de su propia juventud, en un homenaje a sí mismos y a lo que aman y amaron y deciden hacerlo como al parecer sólo se pueden hacer estas cosas hoy en día: medio en broma-medio en serio, sin admitirlo del todo, reservando para eso que equívocamente llamamos «intimidad» lo mejor y lo más puro mientras proyectan hacia el exterior una versión más frívola de lo que son y de lo que sienten. A modo de paisaje de fondo, en el libro encontramos también un sutil dibujo de la realidad sociológica y cultural de España, de campings, talent shows, teléfonos móviles y cocaína.

Townes Van Zandt. Photograph: Alamy Stock Photo

Los tres -más bien cuatro- protagonistas se mueven en unas coordenadas ya habituales en la narrativa de Carlos Zanón: personajes más cerca de los cuarenta que de los veinte, conscientes de su finitud y con más gloria a sus espaldas que luz en el horizonte. En este libro se habla de la amistad, del amor y de lo difícil que resulta llevar una vida integrada cuando lo has fiado todo a esa mitología adolescente y romántica que algunos llamaron rock and roll y que a lo mejor no es más que una de las versiones de una mitología mucho más antigua que habla de solitarios que quemaron sus alas intentando alcanzar el sol mientras los dioses y los hombres disfrutaban del espectáculo.

Tom Petty en el Civic Auditorium 15 de junio de 1987.
ED RATH, THE WORLD-HERALD

¿De qué lado quieres estar, del de los que leen las historias o del de los que las protagonizan? Carlos Zanón decide aplazar este dilema y elige caer del lado del que las escriben; y podríamos decir que casi siempre escribe a propósito de cierta juventud, la de aquellos que vibran con el London Calling de los Clash, la de los que quieren conducir una Triumph con la sonrisa inmortal de Steve Mcqueen, la de quienes entienden que el bueno de verdad de los Guns era Izzy, que no hay nadie con más clase que Tom Petty y que Joan Jett ya lo dijo todo con su versión de «Crimson and clover». Carlos Zanón escribe para cierto tipo de inconformes que en algún momento encontraron una salida poética para su inadaptación, una salida que a lo mejor pasaba precisamente por la poesía -en este libro hay más referencias literarias que en ninguno anterior del autor- o por la magia de canciones de tres minutos que, escritas en otro tiempo y a muchas millas de aquí, resulta que hablan de ti, que te acompañan en esos ratos en los que no te reconoces en nada ni en nadie y te da una pereza inmensa seguir transitando el carril principal de la vida, la ruta de los buenos chicos que hacen lo que deben, la de los que callan y acatan.

En los libros de Carlos Zanón -y desde luego también en este Love song– parece que el asunto principal es uno muy antiguo, uno que nos remite a Platón, cuando ponía en boca de Sócrates aquello de que la filosofía consiste en aprender a morir, una fórmula que luego tomaron los estoicos, que adoptó Schopenhauer y que nos acabó llegando también a través de ese otro alemán incómodo, Martin Heidegger, en una versión más directa: la vida consiste en aprender a morir. Eso parecen escuchar los personajes de Carlos Zanón, que tratan de asumir que nos acabáremos marchando y que no lo haremos necesariamente en nuestro mejor momento, que entonces resulta crucial aprovechar cada momento, pero también saber despedirse y tratar de no ensuciar mucho ni romper demasiadas cosas al dejar la sala. Y esto lo vemos a lo largo de esta novela en un meritorio ejercicio coral en el que atendemos y entendemos a las distintas voces y ángulos que componen la historia, una historia en la que se deja sentir el oído poético del autor en el ritmo general, en la sonoridad de según qué versos, en un par de escenas deslumbrantes, en las lágrimas bajo la tormenta.

Love song es también una declaración de amor a una de las últimas formas de trascendencia que aún aguantan en pie en esta postmodernidad que todo parece demoler, el libro es un intento de reivindicar el poder redentor de una canción, la magia en la que consiste la música, la bendita música que está por encima de los que la interpretan y de los que la componen, sometidos, claro, a sus propios miedos y demasiado a menudo enredados en espirales de mezquindad. La música como un espejo que nos muestra también la mejor versión de nosotros mismos, que disuelve el miedo y te permite soñar y pensar que a lo mejor mereció la pena, que a lo mejor todavía quedan cosas por hacer.


Love Song

  • Carlos Zanón
  • Salamandra
  • 349 pp
  • ISBN: 9788418363764
Se divierte en clase. Literatura, filosofía, r’n’r. Trata de tomárselo con deportividad.

Un niño, un libro, una moto.

https://youtu.be/nhbSYP8cyD8
David Sánchez Usanos
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