La historia de Oh Mercy (1989) es bastante conocida entre los fans de Dylan. En buena medida por la atención que el propio Dylan le da a la grabación del disco en Chronicles (I?) el, que, hasta ahora, es el único volumen de sus memorias.
Volvamos la vista atrás. Es 1989 y Dylan viene de una serie de discos que ni el público ni la crítica habían encajado bien y, lo que es peor, parece que él tampoco. En el año 1989 Dylan parece que ya lo ha vivido todo. Dos veces. En 1989 ha atravesado las dos décadas prodigiosas del rock, ha tenido tiempo de ser héroe y traidor de su generación, de cambiar su forma de tocar, su forma de cantar, su forma de vivir la celebridad. Su forma de desaparecer. Tiene cuarenta y ocho años y da la sensación de que ha llegado al límite de algo. Ha sufrido un accidente grave de moto que ha dejado secuelas físicas y emocionales. Dylan parece que ha llegado al borde de un precipicio. Nada nuevo para él pero, quizás por primera vez en su vida, da la impresión de que no se siente con fuerzas para saltar.
Porque Dylan ha sido el hombre de las mil caras, pero en todas ellas, incluso en las que parecían más frágiles, daba la impresión de que, si no con otra cosa, Dylan siempre podia contar con la seguridad en sí mismo, con la confianza en su talento. Es como esa escena famosa de No direction home en la que empieza a encadenar versos a partir de unos anuncios. No sabes muy bien qué está haciendo, pero sospechas que lo está haciendo bien. Ves la escena y estás seguro de que ese tío va a salir de ahí bien parado, con las manos en los bolsillos y silbando.
Cada uno es el protagonista de su propia vida y nadie más es testigo de sus propias flaquezas y de los miedos que asaltan a cada uno antes de dormir. Solo Dylan conoce los suyas y sólo él sabrá las dudas que haya sufrido y las inseguridades que habrá arrastrado. Pero visto desde fuera, parecía que Dylan siempre sabía hacia dónde quería ir. Que era el único que lo sabía, de hecho. En 1989 la cosa no estaba tan clara.
La historia, como decíamos, es bastante conocida. En los últimos dos discos de U2 Bono había estado trabajando con Brian Eno y un chaval llamado Daniel Lanois. Ellos son los que había dado a The Joshua Tree ese aroma de guitarras brumosas y habían tejido ese sonido denso que tanto disgustaba a los fans originales de la banda.
Pero para Bono está claro que Eno y Lanois son tipos con una visión. Guste más o menos, son gente que sabe exactamente a dónde quiere ir. Así que Bono recomienda a Dylan que trabaje con Lanois y Lanois y Dylan se van a New Orleans. El resto en historia. En 1989 Dylan, Lanois y un puñado de músicos locales graban Oh mercy, el disco que daría comienzo a la antepenúltima reencarnación musical de Dylan.
Es verdad que Oh Mercy no es el disco más famoso de Dylan. Personalmente he tenido que “trabajarlo” para que me convenciese. El tema más conocido seguramente sea Political World, que es una buena canción, pero con la que no me identifico particularmente. Como tampoco me identifico particularmente -al menos a priori- con la canción de la que va todo esto: Ring them bells. Uno de esos arrebatos místicos que le dan a Dylan de tanto en cuando y que es una canción que lo tiene todo para ser la que menos me interesa del disco, pero que, por alguna razón, me he ido encontrando por el camino.
Ahora nos vamos a 2007. Todd Haynes ha dirigido I’m not there: el éxito gafapasta del año. La película, para quien no la recuerde, es una especie de reconstrucción de la vida de Dylan utilizando diferentes actores para diferentes episodios. Episodios que no son tanto tanto de la vida de Dylan como de su personaje. En todo caso, la banda sonora de I’m not there incluía versiones de canciones de Dylan y Haynes -o alguien- convenció a la mitad de la escena indie del momento para estar allí: Vedder, Yo la tengo, Charlotte Gainsbourg…
Sufjan Stevens es en ese momento un músico relativamente joven. Acaba de pasar la treintena y ya están claras algunas cosas acerca de lo que será y no será como Stevens como músico.
Sufjan no va a ser una estrella pop. Es un tipo demasiado raro. Le interesa la experimentación, los sonidos. Le gusta jugar con ritmos que el oyente no se espera e incorporar instrumentos extraños. Personalmente, creo que el Sufjan más interesante aún estaba por llegar, pero en el 2007 ya tenemos a un músico con personalidad propia.
Al carro de I’m not there se apuntó Stevens con una versión de Ring them bells que consigue llevar totalmente a su terreno. Puede gustar más o menos, pero es que Stevens la transforma por completo. La insufla con sus propias obsesiones musicales y se diría que también personales. De hecho desmonta la canción de arriba abajo y la vuelve a armar en una versión extralarga que dura casi el doble que la original de Dylan.
Ring them bells es una canción cristiana y la distancia entre la versión de Dylan y la versión de Stevens parece casi el retrato de cómo dos almas miran a Dios. Dylan compone un himno contemplativo, casi melancólico. Stevens arranca con un piano que es una declaración de intenciones y lo lleva a una explosión a medio camino entre el country, el pop y el gospel, pero que no es ninguna de estas cosas. La versión de Stevens tiene casi algo de celebración.
Ahora vamos cuatro años más adelante. Estamos en 2011. Sarah Jarosz, con sus veinte años, ha empezado a hacer ruido en la escena musical. La invitan a participar en un disco coral The Americana Sessions. Por ahí están varias vacas sagradas del bluegrass. Figuras consolidadas. Jarosz, con su insultante juventud escoge hacer una versión de Ring them bells.
Como Stevens, Jarosz lleva su versión a un sitio totalmente distinto. Obviamente se mantiene mucho más cerca de la versión de Dylan de lo que hacía Stevens, pero es otra canción y es otro mundo. Donde en Dylan hay melancolía y en Stevens hay gozo en Jarosz hay cierta inocencia y también una clase de intensidad que solo se puede tener a cierta edad, cuando por lo general nadie tiene los recursos para expresarla. Jarosz sí los tiene.
De esto va esta sección, o eso es lo que intenta. De canciones que se redescubren y de momentos de iluminación. Jarosz luego grabaría otra versión de Ring them bells, posiblemente más sofisticada y quizás hasta más personal que incluyó en un disco de 2011, Follow me down. Pero en esta versión, la que grabó para las Americana Sessions hay una delicadeza especial. Algo que conmueve.
Una vez más: veinte añitos tiene Jarosz cuando va, se mete en un estudio y graba esto.
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