Last Patrol
Monster Magnet es el grupo de Dave Wyndorf, un tipo que supongo que vive más para la música que de la música. Lleva en esto más de veinte años y tampoco empezó siendo un quinceañero, pero, a pesar de los batacazos que le ha deparado el negocio, parece que no está dispuesto a abandonar el ring así como así. La música de Monster Magnet bebe de la psicodelia y de Black Sabbath y también se les podría considerar militantes en aquello que se dio en llamar el stoner rock: música pesada, riffs poderosos pero sin el frenesí, la celeridad y los gritos del heavy.
Sacaron su primer disco en 1991, pero fue la pareja Dopes to infinity (1995) y Power trip (1998) la que les hizo rozar la gloria. Telonearon a Metallica en el enésimo regreso a las raíces de Hetfield y compañía (la gira del estupendo Garage inc.) y las revistas especializadas les dedicaron todos sus parabienes. Recuerdo cómo se volcó César Martín cuando la Popular 1 era la biblia de los rockeros en la época pre-internet, me acuerdo también de su estupendo concierto en el Festimad y de cómo el Powertrip sonaba a todo trapo en el Madrid Rock. Parecía que lo tenían, pero, como tantas otras veces, el sueño no se cumplió. Hoy el legendario establecimiento es una tienda de ropa donde suena música discotequera, los heavies que se apostaban en la puerta vagan sin rumbo por la calle Fuencarral y quizá el caballo ganador se le escapó para siempre a Monster Magnet.
Siguieron sacando discos, sí. De hecho, en mi opinión God says no (2000) y Monolithic baby! (2004) son dos obras magníficas. Pero su público natural cada vez les hacía menos caso y bandas como Queens of the Stone Age o incluso Muse les robaron la novia a plena luz del día. Mientras tanto, Wyndorf se sometía a la peligrosa dieta que suele acompañar a la mitología del rock and roll y, sin dejar de publicar discos, su vida y su banda se iban por el sumidero.
Pero tipos como él siempre se guardan un golpe ganador y, cuando creo que, a estas alturas, nadie esperaba nada de Monster Magnet, nos encontramos con este Last patrol que a ratos me parece su mejor disco. Wyndorf canta como nunca y la obra suena sólida, coherente y, sobre todo, elegante. Letras espaciales, bases rítmicas machaconas y guitarras espléndidas son los ingredientes del viaje que nos propone la banda. Hoy en día no es habitual encontrarse con discos en los que no sobra absolutamente nada. Last patrol es uno de ésos, un disco con todas las de la ley: sin canciones de relleno, sin intentos de encajar por la fuerza en algo que no es lo suyo, sin tonterías.
«I live behind the clouds» es la invitación perfecta para que crucemos el umbral. Pero es que le sigue una fabulosa «Last patrol» de nueve minutos, y luego se mezclan acústicas ―elemento que goza de protagonismo en diversos momentos del disco― y solos increíbles en «Three kingfishers». El álbum está repleto de homenajes a grandes bandas de los setenta, pero no suena a cliché ni a nostalgia: es un trabajo, como diría Rimbaud, «absolument moderne». Os sea: un clásico. Me cuesta destacar unas canciones por encima de otras porque, insisto, éste es un disco como los de antes: concebido para ser escuchado de principio a fin mientras circulamos por el laberinto de la gran ciudad o, tumbados en la alfombra, soltamos las bridas de nuestra conciencia. No sé cuántos grupos actuales esconden un «Paradise» bajo la manga, pero muchos de ellos tendrían que saludar su grandeza.
Creo que este es el disco donde Wyndorf está más a gusto, como si se hubiera construido un palacio a su medida. Con velocidad, garra y electricidad, pero siempre sabiendo lo que hace, teniéndolo todo bajo control. Casi puedo verle en su trono, sonriendo sobre un reino en llamas con la banda sonora que forma la parte central del álbum («Hallelujah», «Mindless ones» y la refinada ―¡qué percusiones!―«The Duke (of Supernature)»). El disco no baja el nivel en ningún momento, me niego a seguir diciendo canciones porque a este paso las voy a nombrar todas. Recomiendo vivamente la edición especial con temas adicionales porque este tipo, estos tipos (tremendas las líneas de bajo), están en estado de gracia. No sé qué le deparará el futuro ni si esta vez será la definitiva. Creo que lo que quisieron conquistar ya no existe, pero con esta maravilla a todo volumen no me atrevo a pronosticar nada. Viva lo inesperado, viva el rock.
Last Patrol
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