Evaristo Páramos. Semblanza de un juglar libertario y conceptuoso
En la proyección de la película experimental Lamentos en favor de Sade en 1952, Guy-Ernest Debord ofreció al espectador un sugerente mensaje que daría inicio a la Internacional Letrista:
El cine ha muerto.
No puede haber más películas
Si o parece, pasemos al debate.
Debord era un negacionista en toda regla, algo que en La sociedad del espectáculo (1967) volverá a remarcar: La verdad de esta sociedad no es otra cosa que la negación de esta sociedad.
Así mismo, nos recuerda que el dadaísmo y el surrealismo marcaron el fin del arte moderno, pero, a la postre, supuso también la última gran ofensiva del movimiento revolucionario proletario.
A pesar de que Debord llevó la negación a su máxima expresión y acabó suicidándose de un disparo en el corazón tras una larga enfermedad, tuvo la suerte de ver en vida cómo sus postulados no caían en saco roto. Será el puente entre las vanguardias mencionadas y las corrientes artísticas que vendrán después de la Segunda Guerra Mundial: la Internacional Letrista (una escisión del letrismo de Isidore Isou) y la Internacional Situacionista. Por otro lado, La sociedad del espectáculo servirá de inspiración para los jóvenes del Mayo francés, acontecimiento este que supondría la culminación de la Internacional Situacionista (o así lo interpretaría Debord, que quiso ver en él el resurgir del movimiento revolucionario proletario tras medio siglo desaparecido).
El nihilismo del situacionismo fue tremendamente seductor para aquellos que anhelaban cambios sociales y culturales. Ese fue el caso de Malcolm McLaren, un joven londinense que con los años se convertiría en mánager de los Sex Pistols. Su sueño era trasladar el ideario de la Internacional Situacionista al Londres de mediados de los 70, en plena recesión económica, ya que solo a través de la contracultura se podía reaccionar frente al sentimiento de desesperanza que estrangulaba a la juventud. Para cambiar la sociedad era fundamental la transgresión (ya lo había dicho Debord en su Informe sobre la construcción de situaciones), en donde la filosofía, los movimientos revolucionarios y las vanguardias estéticas debían configurar un nuevo modo de ver la cultura y su consumo.
El fondo ya estaba; faltaba la forma. Y McLaren lo tenía claro. Regentaba junto a Vivienne Westwood una tienda de ropa llamada Sex, todo un reclamo provocador que sería el germen de la nueva moda: los pantalones de lurex, las cazadoras de cuero, las camisetas rotas y con estampados sexuales, los cinturones de pinchos, las cadenas…
El encuentro con Johnny Rotten pondrá en marcha una comunión que espoleará el movimiento punk hasta cotas que todavía eran incapaces de imaginar. Quedaba por encontrar la melodía que hiciera llegar el mensaje: los acordes sencillos y estridentes del garage rock que habían popularizado los Ramones un año antes.
Era el principio de una nueva modernidad, pero si Baudelaire había sentenciado que la modernidad era lo transitorio, lo efímero y lo contingente, el punk, siguiendo lo que dijera Coco Chanel sobre la moda muchos años antes, había nacido para permanecer.
En España el guante lo recogerían grupos como La Banda Trapera del Río y Kaka de Luxe, a finales de los 70, preparando el terreno del gran auge que vendría ya con los 80.
Y en esas estaba también Evaristo Páramos, que ya puso nombre a su grupo antes de que acabara la década de los 70: La Polla Records.
Pronto encontró sus referentes (la aguja magnética viraba de un modo inevitable al norte magnético): The Ramones (que en los años siguientes actuarían varias veces en España) y los Sex Pistols (a los que les bastó Never Mind the Bollocks para alcanzar la inmortalidad).
La mención aquí a La Polla Records obedece a la feliz aparición de un libro publicado en Vencejo Ediciones que viene a cubrir un vacío inexcusable sobre la mítica banda de Salvatierra, más concretamente, sobre su vocalista: Evaristo Páramos. Semblanza de un juglar libertario y conceptuoso, del politólogo, filólogo y escritor Diego Vadillo López.
Quede claro que la semblanza a la que alude Vadillo en el título no se refiere a la vida del interfecto, sino que la disección apunta al plano estilístico y al contenido teórico. De hecho, hay pocos datos personales de Páramos. La hagiografía aquí (como la semblanza mencionada) hace hincapié en la obra del artista, recogida en su discografía, sus libros y sus entrevistas.
El libro de Vadillo va a caballo del ensayo político y el estudio literario, pero también encontramos pinceladas filosóficas (en los argumentos esgrimidos para unir la figura de Evaristo Páramos con la de Diógenes de Sinope) y musicales (en cada reflexión política o literaria).
Ya en la introducción nos avisa Vadillo sobre la intención del libro: demostrar por qué Evaristo Páramos es un juglar libertario (entiéndase aquí una juglaría de índole anarquista) cargado de mensajes conceptuales (entiéndase aquí una mensajería de índole anarquista).
Evaristo Páramos es juglar del mensaje libertario, y como tal arremete contra la derecha, contra la izquierda, contra los fariseos, contra los que se engañan, contra la juventud, contra los políticos, contra los cabezas de cartón, contra los borregos. También arremete contra el catequismo punki, como podemos escuchar en uno de los temas más representativos del primer disco de La Polla Records, Muy punk. Y es que, Evaristo, ha sorteado el nihilismo autodestructivo que emanaba del propio punk para erguirse como baluarte del movimiento y permanecer a pesar del mensaje desesperanzador del No Future que arrostraba su generación.
Las siguientes dos partes del libro son auténticos dardos que abrirán nuevos caminos de investigación en la obra de Evaristo Páramos: el Discurso Político y la Práxis Artístico-Creativa.
Aquí Vadillo despliega todo el conocimiento que ha ido atesorando a lo largo de su producción literaria, centrada en el estudio político y literario. Recordemos que el autor cuenta con una nutrida producción en estos ámbitos y que han sido muy celebradas sus aproximaciones a las obras de Ramón Gómez de la Serna, Francisco Umbral o Ángel Antonio Herrera. En esta de Evaristo Páramos, si no baja al barro, sí salda una cuenta pendiente con un grupo que marcó su juventud y sobre el que lleva escribiendo desde 2014.
Evaristo Páramos. Semblanza de un juglar libertario y conceptuoso se lee con fruición. Bien puede ser uno conservador y desplazarse por sus páginas de un tirón o bien puede ser más heterodoxo y moverse hacia adelante y hacia atrás sabiendo que el eje vertebrador es la tesis que en todo momento se defiende: la de que Evaristo Páramos ha creado una obra coherente que va de la mano de pensadores como Bakunin, Kropotkin, Malatesta o Proudhon (gracias, tal vez, a esa cultura underground construida desde la clandestinidad, la de los panfletos y los fanzines del movimiento Do It Yourself tan característica del punk) y se codea, en ocasiones, con algunos clásicos de nuestra literatura (por mor de la “competencia innata” de la que hablara Chomsky). Si los teóricos del anarquismo libertario mencionados, protagonistas en el pensamiento de Páramos, no son suficientes para rendirse al complejo estudio que supone este tour de force que es la empresa de Vadillo, el autor también nos trae a Garcilaso de la Vega, a Francisco de Quevedo, a Charles Baudelaire, a Gustavo Adolfo Bécquer, a Ramón María del Valle-Inclán, a Ramón Gómez de la Serna…
Diego Vadillo López nos ofrece un análisis profundo, amable y lleno de admiración. El debate está ahí, pero también el mensaje del juglar libertario, que a sus 62 años es más necesario que nunca. Ya lo decía Debord: “La grandeza del arte no comienza a aparecer hasta el crepúsculo de la vida”.
Evaristo Páramos
Semblanza de un juglar libertario y conceptuoso
- Diego Vadillo López
- Vencejo ediciones
- 140 pp
- ISBN: 9788412460490
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