Cuadernos rusos

por Goio Borge

En la distopía que describían Ray Bradbury y François Truffaut en Fahrenheit 451, en que la palabra escrita está prohibida y por ello no existen los libros, la información llegaba a los ciudadanos no sólo por la televisión sino también mediante periódicos cuya única composición eran las imágenes descriptivas de las noticias. Ese futuro imperfecto recuperaba la narración gráfica para tener al pueblo informado, como sucedía en épocas en que el analfabetismo era común. Pero la idea de los periódicos visuales en cierto modo anticipaba el periodismo en la narración gráfica, uno de los géneros en los que el lenguaje artístico del cómic también se introduce, en piezas que podrían ser paralelas al reportaje televisivo o al documental cinematográfico, si caemos en ese falso reduccionismo tendente a equiparar cómic y audiovisual.

Hay ejemplos reconocidos de periodismo publicado en cómic, pero creo que es aún un género incipiente, y en cierto modo no desligado aún de la autobiografía predominante en mucha novela gráfica. Quizás Joe Sacco sea la figura más conocida, autor de reportajes de aproximación clásica en zona de guerra, pero algunos ejemplos brillantes como El caso Pasolini (Gianluca Maconi) o El fotógrafo (Lefèvre, Gubiert y Lemercier) muestran una interesante interrelación de disciplinas donde el cómic añade revelación a los hechos y se descubre como narración ecléctica y absorbente.

Es también el caso de este estupendo Cuadernos rusos. La guerra olvidada del Cáucaso, del autor italiano Igort, quien partiendo del asesinato en 2006 de la periodista Anna Politikóvskaya viaja a Moscú para conocer el edificio en que vivía y el escalofriante ascensor en que le pegaron cuatro tiros, recorre su trayectoria ilustrando visualmente los hechos de la guerra de Chechenia que la periodista se empeñó en testimoniar, lo que finalmente le costó la vida. El cómic es en efecto un conjunto de cuadernos, cada uno tomaría el aspecto de un capítulo del libro; algunos hablan e introducen a Politikóvskaya, incluyendo una entrevista intercalada en varios de ellos con su editora francesa o sus influencias literarias, otros directamente recogen la violencia y sus formas en Chechenia. Siempre se inician con el papel lineal típico de cuaderno, pero luego mezclan texto e imágenes de diferentes orígenes y estilos, a veces siguiendo una narración breve, pero muy frecuentemente mediante viñetas descriptivas de los hechos, con escasos diálogos, pero una fluidez dramática imponente entre sus viñetas a veces relacionadas por texto, a veces por imagen, a veces ausentes para mejorar el contraste. Igort emplea colores suaves y línea clara en Moscú, donde el horror es soterrado, y se acerca a un tenebrismo expresionista en Chechenia, con una alusión estética anunciada y finalmente materializada al Guernica de Picasso como símbolo artístico universal de la denuncia del horror bélico contra civiles. Episodios como los del teatro Dubrovka de Moscú o el secuestro de la escuela de Beslán también quedan registrados, pues fueron parte de la toma de conciencia y seguimiento del conflicto por parte de Politikóvskaya. La visión se completa con una alusión al Gulag (dibujada al carbón, como si fuera un apunte), y a la Filocalia ortodoxa como intento de comprensión de la ascética alma rusa.

El conjunto crea un impacto visual creciente en el lector, basado en la construcción de una emoción estética que funciona contrastando el horror de sus viñetas tanto claras como oscuras con el estilo de las corrientes artísticas que utiliza el autor y su implementación usando el lenguaje del cómic. Esta construcción otorga un aliento poético muy eficaz al libro, especialmente en estos tiempos de saturación visual ante imágenes de guerra y tortura que parecen competir por el interés del lector/espectador.

Politikóvskaya parece un catalizador artístico. Cualquier acercamiento a su figura resulta en admiración sin fin, aunque sea objeto también de reclamo mediático. Emmanuel Carrère también empieza su aproximación a Limónov desde un homenaje a la periodista al que asistieron tanto el autor como su biografiado. No parece que vayan a olvidarse la obra y la actitud de Politkovskaya aunque en su país parezca necesario el fin de un régimen político sádico para llegar al reconocimiento merecido. Este cómic al menos contribuye a que entendamos mejor su figura y a que ese olvido no llegue. Como buen reportaje.

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