Además de ser una de las cumbres en la historia del cómic, Maus es también una de las obras clave sobre el Holocausto, una referencia tan imprescindible como lo son los libros de Primo Levi, los de Imre Kertész o el documental Shoah de Claude Lanzmann. Pero quizá una de las cosas más fascinantes de Maus es el impacto que ha provocado en su propio autor, Art Spiegelman, quien todavía no ha podido librarse de la alargada sombra ratonil de su obra. Quizá nunca lo ha deseado, ya que durante todos estos años no ha hecho más que volver a ella una y otra vez; primero, en el magnífico prólogo de Breakdowns, recopilación de sus trabajos experimentales; y segundo, en este Metamaus.
Algunos se llevarán las manos a la cabeza e incluso querrían decirle a Spiegelman que, por favor, no se torture tanto, que no siga metiendo el dedo en la herida para revolcarse de nuevo en material tan doloroso. Aunque a juzgar por los documentales de Jacques Samson, el Spiegelman de carne y hueso parece una persona de lo más afectuosa y extrovertida, siempre he pensado que la versión ficticia de sí mismo que presenta en sus cómics funciona más bien como una especie de Woody Allen neurótico (valga la redundancia) que hubiera perdido el deseo de hacer reír a su público.
En cierto modo, su revisitación obsesiva de Maus es síntoma y metáfora de la comprensible incapacidad para el olvido del pueblo judío. Y a pesar de todo, si los síntomas de una neurosis son el caminar en círculos volviendo siempre al mismo punto donde se empezó, el camino que ha seguido Spiegelman desde la publicación de Maus ha sido más bien una espiral que avanza hacia fuera. Pese a su modo de andar en círculos, ha sabido arreglárselas para caminar hacia delante; sobre todo en este Metamaus, pues lejos de remover dentro de la llaga, se las arregla para utilizar la célebre biografía de su padre con el fin de plantear nuevas cuestiones.
Metamaus se presenta, en cierto modo, como «los extras» de Maus (que a su vez contienen unos «extras» de los extras, en forma de CD), pero en realidad son bastante más que eso, pues sirven de punto de partida para reflexionar sobre la naturaleza de la literatura biográfica y del cómic. Metamaus funciona, por tanto, no solo como otro libro sobre el Holocausto, sino también como un ensayo teórico-práctico informal sobre el género y el medio en el que Maus se encuadra. Porque Spiegelman nos cuenta aquí de manera minuciosa cuál fue el proceso de criba y selección de material, así como las precauciones que tuvo a la hora de plasmar sobre el papel emociones ajenas.
Es muy significativo, en ese sentido, el pasaje en el que habla del documental sobre Auschwitz en el que participó hace unos años (Art Spiegelman: von Katzen und Mäusen, Georg Stephan Troller, 1988) y cuyo rodaje le indignó, no solo porque el director le pidiera fingir lágrimas en alguna escena. Al parecer, en un momento del rodaje, Spiegelman vio como los encargados de producción discutían con unos campesinos polacos; querían rodar la entrada de un tren en Auschwitz, pero para ello la locomotora tenía que pasar por las tierras de los campesinos. Spiegelman exigió al director que rodase la negociación del pago, cosa que este último no quería hacer. Y he aquí su primera lección para los escritores de obras biográficas: no te olvides de mostrar siempre la tramoya que apuntala tu narración. El lector y el espectador han de ser siempre conscientes de los trucos y falsedades sobre los que se asienta toda narración porque el hecho de que tu historia esté basada en una vivencia real, no quiere decir que sea más cierta o más creíble.
Spiegelman pone como ejemplo aquel pasaje de Maus en el que le pregunta a su padre por la banda de música de Auschwitz, la cual se ve claramente en un segundo plano de la viñeta. «¿La orquesta?», contesta Vladek Spiegelman. «No. Recuerdo las marchas, pero ninguna orquesta…» La memoria de Vladek estaba haciendo trampa, pues es casi imposible que no escuchara alguna vez la orquesta de Auschwitz. Art podía simplemente haber obviado esta incoherencia en el relato de su padre y no incluirla en Maus. Parece en principio lo más sensato, pues así hubiera evitado que se pusiera en cuestión la historia de Vladek, como hicieron algunos lectores desde posturas neonazis, alegando que si no se acordaba de la orquesta es que nunca estuvo en Auschwitz. Sin embargo, Art decide dibujar dos viñetas, una con orquesta y otra sin ella, conservando ese fallo de memoria para que el lector se pregunte: «¿en qué otros pasajes de la historia se habrá equivocado Art?».
Reconocer la posibilidad de error es un gesto honesto mediante el cual se establece una relación de confianza con el lector; mostrar los trapicheos que hay que hacer para filmar un tren llegando a Auschwitz no resta verismo a una escena, lo añade, igual que esos rostros de gatos y ratones que según avanzaba Maus se iban transformando en caretas. Y es que todos los personajes, incluso aquellos que cuentan su propia historia, son actores: gente que se disfraza de lo que era para poder interpretar una vez más lo que pasó.
Entre el material que incluye Metamaus son también muy interesantes las reproducciones de dibujos originales de algunos de los presos, los cuales nos permiten intuir por qué Spiegelman consideró el cómic como el medio ideal para narrar la historia de un superviviente del Holocausto. Quizá el cómic sea un medio privilegiado, en general, para el género biográfico, y sobre todo para el autobiográfico, ya que mientras que el escritor utiliza material ajeno, o al menos común a todos (las palabras) para escribir sobre su vida; el autor de cómics utiliza algo suyo, ya que el trazo del lápiz sobre el papel no es más que un rastro del gesto propio. En ese sentido, quizá el gesto gráfico manual tenga más importancia en Maus que en casi cualquier otra obra (auto)biográfica por la manera que tiene de remitir, en su aparente descuido y tosquedad, al gesto de los dibujos de Auschwitz realizados por algunos presos como Mieczysław Kościelniak y, sobre todo, Alfred Kantor: manos moviéndose rápidas sobre el papel para ocultarlo si es necesario. Maus es un cómic que casi parece haber sido dibujado clandestinamente.
Metamaus es un libro imprescindible no solo para comprender el Holocausto, sino también para entender la alquimia que se produce al traducir los gritos y la sangre a palabras y dibujos, una clase magistral sobre la dramatización de la realidad.
Metamaus
- Art Spiegelman, con la colaboración de Hillary Chute
- Traductor: Cruz Rodriguez Juiz
- Reservoir Books (Random House Mondadori)
- ISBN:9788439725428
- 300 pp
- The deep blue sea - 11/26/2024
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