La lectura de Mono & Lobo me ha hecho recordar una afición que tenía cuando niño: la de dibujar mapas de países inventados y otros reales con los que llenaba compulsivamente páginas y páginas de cuadernos. Nunca me había preguntado por el motivo de esta afición, pues acabé olvidándome de ella como de tantas otras, pero pienso ahora que tal vez tenga que ver con el deseo infantil de aventurarse fuera del territorio conocido, con la necesidad de poseer todo ese mundo exterior lleno de promesas.
En la imaginación infantil, la acción y la aventura están íntimamente unidas al espacio: un bosque, una mazmorra, el mar o el espacio evocan inevitablemente la posibilidad de fantásticos encuentros. Por eso quizá muchas de las mejores novelas infantiles son también, en cierto modo, literatura de viajes, marcadas como están por el continuo tránsito de un lugar a otro: Los Viajes de Gulliver, Pinocho, Peter Pan e incluso Alicia en el País de las Maravillas.
Esta pequeña digresión sobre la acción y el espacio tiene, en realidad, bastante que ver con el cómic que nos ocupa. Sergio García, su dibujante, es uno de los autores españoles que más han experimentado con la posibilidad de narrar sin viñetas, haciendo que sus personajes se desplacen por un espacio continuo que, en cierto modo, asume la forma de un mapa. No es una forma nueva de narrar una historia; de hecho era muy utilizada por los pintores flamencos en cuadros y retablos, como ocurre en ese panel del tríptico del Carro de Heno donde las figuras de Adán y Eva en el Paraíso aparecen repetidas tres veces. La primera, siendo creados; la segunda, mordiendo la manzana; y la tercera, expulsados por su transgresión.
Mono & Lobo funciona de un modo similar, si bien muchísimo más complejo, aunque en realidad no deja de ser un políptico como el Carro de Heno, ya que está compuesto de cuatro hojas, solo cuatro, que al desplegarse adquieren cada una el tamaño de una página A1. Cada página nos presenta un espacio distinto: el bosque, el zoo, una tienda de cómics y, de nuevo, el bosque. Por estos espacios avanzan un niño y un lobo, transitando diferentes senderos que a veces se bifurcan separando los caminos de ambos, y cruzándose otras con los senderos por los que discurren las peripecias de otros personajes. Esta peculiar técnica narrativa no lineal, lejos de ser un mero experimento, tiene como resultado devolver al lector adulto esa sensación de maravilla, el «sense of wonder» anglosajón que caracteriza al mundo infantil.
Son el territorio y el camino los que determinan la posibilidad de aventura en los impresionantes mapas narrativos de Sergio García. Por no hablar del hecho de que, a pesar de contener un hilo narrativo central (la constante búsqueda de diversión por parte de Mono y Lobo), al existir caminos que se entrecruzan, el lector puede decidir en todo momento extraviarse para seguir las correrías de los personajes secundarios (ese tigre que persigue incesantemente a un pato, tal vez apuntando hacia las mismas posibilidades románticas que se adivinaban en el Krazy Kat de Herriman) o fijarse en los diminutos detalles cómicos que hay en cada recodo del camino.
Hay que decir que los magníficos diálogos de Lola Moral están a la altura del concepto y del resultado de Mono & Lobo, llenos de una tierna ironía hacia los clichés del cuento de hadas. Ironía que, por suerte, nada tiene que ver con los retruécanos postmodernos de un Bill Willingham, quedando más cerca del juguetón Roald Dahl de Cuentos en verso para niños perversos. Lástima que nadie se haya animado a traducir todavía Mono & Lobo al español. Ironías del mundo editorial, que autores de cómic españoles tan originales como García y Moral sigan siendo relativamente desconocidos en nuestro país por los lectores no francoparlantes.
Mono y lobo
Lola Moral y Sergio García
- Editorial: Delcourt
- Fecha de publicación: 3 noviembre 2010
- Dimensiones: 22.5 x 1 x 29.7 cm
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