Cell
Que la bibliografía de Stephen King es inconmensurable, es algo que cualquiera puede constatar con dirigirse a la balda K de cualquier librería. Desde hace casi cuarenta años, King, nacido en Maine en 1947, nos ha venido regalando trozos de la historia reciente de los Estados Unidos en clave de descenso a los infiernos, donde “el Mal” parece germinar en cualquier rincón de ese paradigma de la modernidad llamado american way of life.
Recientemente lo volvemos a ver en los escaparates con una curiosa reinterpretación de los sueños de Wells en 11/22/63, y si King ya lo había dicho todo en cuanto a la ficción, ha vuelto a sorprender a propios y extraños con este viaje hasta el mismo día en que John F. Kennedy fue asesinado.
Pero la obra que nos ocupa fue publicada en el 2006, y para tenerla entre nuestras manos hay que acercarse a la citada balda K.
Cell es el intento de King de hacer una novela de zombis desde una óptica más cercana al Laberinto de Larry Collins, en donde los rusos planeaban una “psi-war” para que la población estallara en una ira sin precedentes (argumentos muy propios de los escritores que retrataron esa pugna vivida durante el Telón de Acero).
King puede partir de argumentos parecidos, pero sus deudores son George Romero (al que debemos la plaga zombi que vivimos desde Night of the Living Dead) y Richard Matheson (uno de los precursores de las novelas postapocalípticas y autor de I am Legend). De hecho, la obra está dedicada a estos dos genios que trabajaron y trabajan desde formatos creativos distintos pero complementarios: el cine y la literatura.
Si a Quentin Tarantino le cautivaron los primeros 15 minutos de Dawn of the Dead (el remake de 2004) por lo trepidantes que eran, en Cell sentimos lo mismo durante las primeras 80 páginas. Hay que decir que, desde la primera página, la acción es absoluta, y las imágenes arrastran al lector de una forma magistral.
Los guiños son continuos, y King no para de señalarnos las claves: ante todo George Romero, y después veremos referencias y autorreferencias que van del cine a la literatura, y es que, King, es uno de los autores que más ha aportado al cine en los últimos años. Son innumerrables sus novelas y relatos que han sido trasladados a películas o miniseries. Algunas convertidas en pequeños clásicos u obras de culto.
A veces uno no sabría qué director cine o autor de novelas influye en quién, pero lo que está claro es que vemos una continuidad creativa que toca los mismos asuntos con interpretaciones distintas.
Por eso, en Cell, vemos ecos también de John Carpenter o de David Cronenberg.
Y es que, los zombis de King no son zombis al uso. Vamos, que no están muertos. Y “contagiados” tampoco sería la palabra.
King los llama “telefónicos” porque han enfermado a través de señales emitidas por el móvil, han enloquecido y muerden, matan y despedazan. Los supervivientes son aquéllos que en ese momento no llevaban el móvil encima y, por lo tanto, no han recibido el “pulso”, término que emplea alguno de los personajes.
De repente, la gente habla por el móvil y enloquece. Así empieza la novela. Y uno piensa al principio en In the Mouth of Madness de Carpenter (recordemos que aquí era una novela la que volvía loco a la gente), y cuando llevamos la mitad de la novela, vemos que la trama se va pareciendo más a Village of the Damned (ya sea en la versión de Carpenter o en la homónima de 1960 en la que también seguía los patrones de John Wyndham, otro de los pioneros del postapocalípsis), porque los “telefónicos” son capaces de leer la mente, de levitar y tantas cosas más. Forman un ente común, una conciencia colectiva capaz de dominar todo lo que les rodea.
Los supervivientes de “el pulso” se las tendrán que ver primero con personas enloquecidas y, después, con estos cuerpos casi putrefactos por el abandono y las enfermedades pero con poderes telequinéticos (algo que siempre ha gustado mucho a King y que vemos casi en todas sus novelas).
Decíamos que la novela es trepidante, pero va perdiendo fuelle. Se desinfla porque da un giro inesperado y tenemos que aceptar lo que nos vaya contando King.
Que Stephen King es el heredero natural de Poe o Lovecraft, es algo indiscutible. Y también es indiscutible la huella literaria que ha dejado, y entiéndase esto como lo que de verdad es la literatura: un artefacto de entretenimiento.
En King no hay que buscar dobles lecturas ni nada profundo, porque no lo hay. Su estilo es sencillo, pero al mismo tiempo muy personal. King puede escribir como quiera porque se ha ganado el derecho a hacerlo. A fuerza de escribir sobre el Bien y el Mal, se ha puesto por encima de estos conceptos.
Las frases de King muchas veces nos pueden llevar las manos a la cabeza. Uno no sabe si se está cachondeando de nosotros o qué, o le ha dado un vahído y a perdido el juicio (aunque esto es algo que ya viene de fábrica en todo lo que representa Stephen King; muy cuerdo no debe de estar, la verdad). Pero lo que está claro es que es inimitable:
Iba desnudo salvo por lo que parecían unas Nike nuevas con motivos rojo chillón. Su polla oscilaba como el péndulo de un reloj de pared en pleno subidón de speed. Alcanzó la acera opuesta y torció hacia el oeste, de vuelta al parque, su trasero se contraía y se dilataba a un ritmo frenético.
[…]
El acento del hombre le estaba atacando los nervios. Pensó que, de haber sido un pedo, habría sido de los que suenan como un matasuegras en boca de un niño asmático.
[…]
Hacia el sur se produjo una explosión apocalíptica, y todos dieron un respingo. Clay supuso que ahora sabía lo que debía de sentirse al vivir en Beirut durante los años ochenta.
Cell es una novela entretenida en todos los sentidos, aunque no tenga un final bien ejecutado (para gustos, los colores, ya se sabe).
Y también se sabe que Stephen King escribe para las masas, pero es un placer formar parte de la masa cuando alguien es tan divertido y aporta tanto como este escritor tan peculiar. No olvidemos que Dumas padre o Verne eran muy populares, y siguen estando en nuestras bibliotecas. Por algo será.
Cell
- Stephen king
- Debolsillo
- 2009
- ISBN: 9788483465219
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