Breve historia del anarquismo
por David Sánchez Usanos
El anarquismo tiene un halo maldito y literario que lo convierte en material atractivo para casi cualquier adolescente. Suena a peligro y a integridad, a justicia social pero también a alguien que huye con la policía o el ejército pisándole los talones. Conspirar contra el trono, desencadenar una guerra, escribir un libro incendiario, robar un beso furtivo y escapar mientras todo se derrumba. ¡Ah, la acracia!
Pero, más allá de esa mitología juvenil, anarquismo significa también labor sindical valiente y a menudo ingrata que en nuestro país siguen desarrollando organizaciones como la CNT y la CGT. En efecto, de la anarquía existe una historia más o menos documentada en la que, por cierto, España juega un papel determinante. Todavía sigue siendo un hecho que fascina a historiadores de todo el mundo el que esa doctrina política, ese movimiento obrero, tuviese tanto arraigo en nuestro país a finales del siglo XIX y principios del XX. Sirva como ejemplo que a comienzos de la Guerra Civil la CNT fuese el sindicato más numeroso, con más de un millón y medio de militantes, lo que le permitió desempeñar un papel protagonista en aquellos días de plomo.
En los años setenta Enzensberger dio con el título definitivo —por lo poético— con su libro El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti (Anagrama) y en 2010 Heleno Saña publicó su monumental La revolución libertaria (Laetoli), también centrado en lo sucedido entre 1936 y 1939. El propio Javier Paniagua, desde su perspectiva de historiador, se ha ocupado en varios momentos del anarquismo, y hace no demasiado entregaba una obra de corte similar a la que nos ocupa: La larga marcha hacia la anarquía: pensamiento y acción del movimiento libertario (Síntesis, 2009).
Breve historia del anarquismo pretende dar respuesta a un difícil reto: abordar la historia del movimiento desde sus orígenes (Fourier, Proudhon o Kropotkin) y llegar hasta sus penúltimas ramificaciones (el mayo del 68 o el anarcocapitalismo), narrándolo con rigor pero sin la pesantez de un texto académico. Creo que el tono está bastante conseguido y Paniagua, sin duda aprovechando mucho trabajo previo, nos guía por estas páginas sin una sola nota al pie y con un lenguaje bastante asequible para ese «gran público» al que siempre parecen tener en mente los editores. Inevitablemente se detiene en el caso español durante buena parte del libro, tanto que, en el fondo, esta obra termina convirtiéndose en una (breve) historia del anarquismo español. Así, se exponen los orígenes teóricos del anarquismo (capítulo 1), para después pasar a hablarnos de cómo esta doctrina llegó a España (capítulo 2) y, una vez en nuestro país, de los distintos avatares que sufrió (capítulos 3, 4 y 5) hasta concluir en lo que Paniagua denomina su «disolución orgánica» (capítulo 6). En los mencionados capítulos en ocasiones se dedican unas pocas líneas a la situación internacional, pero el grueso del texto se centra en lo concerniente a nuestro país. En la parte final el autor levanta de nuevo la vista del caso patrio y analiza las posibles conexiones con otros acontecimientos y movimientos internacionales a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Como decía, el registro elegido, una prosa bastante funcional y sin acompañamiento suntuoso, me parece todo un acierto. Personalmente el capítulo que más he disfrutado ha sido el inicial, aquel en el que se sintetiza muy bien el pensamiento de los padres de este movimiento. La última sección, en cambio, me ha parecido más desdibujada. Mientras que en el cuerpo del libro se aborda con mucho detalle todo lo sucedido en los años treinta del pasado siglo (lo cual resulta muy instructivo), una vez terminada la Guerra Civil lo acontecido durante todo el franquismo y la transición se despacha con demasiada velocidad. Tendencia que se acentúa conforme avanzan las décadas y se buscan reminiscencias libertarias en el movimiento hippy, los promotores del software libre, la okupación o el punk.
Evidentemente no puede tratarse todo con el mismo nivel de detalle, pues entonces el libro dejaría de ser una breve historia. Pero creo que la diferencia de profundidad es demasiado acusada y hay temas, los mencionados hippies y la contracultura quizá sea el más sangrante, que merecerían un abordaje más serio. En general, echo de menos un tratamiento más ajustado del anarquismo fuera de España (Sacco y Vanzetti, Noam Chomsky, David Graeber…). Tampoco me terminan de convencer las tentativas teóricas del autor para explicar la pérdida de vigencia de la propuesta anarquista (atendiendo a determinados avances científicos, por ejemplo), ni la «reconversión» que, según su modo de ver, ha experimentado el anarquismo en alguna de sus variantes, pasando de ser un proyecto político o revolucionario a una especie de terapia.
Sí comparto, en cambio, la importancia que otorga a la educación en la transformación social: «Para conseguir el arraigo de la sociedad libertaria hay que estimular una educación libre en la enseñanza pública». No es éste el lugar para reflexionar sobre lo sucedido en este país en relación con la educación pública en el último medio siglo, pero esta última frase nos trae a la memoria lo que está en juego en nuestros días y parece, ay, que estamos de nuevo ante el enésimo intento de impedir que la Ilustración cruce los Pirineos.
Volviendo al libro de Paniagua, y a pesar de las consideraciones señaladas —hijas del humor del crítico, que no de su ciencia—, hay que decir que Breve historia del anarquismo tiene muchas más virtudes que defectos y que su lectura resulta muy recomendable. Se trata de una propuesta honesta y rigurosa y, por qué no decirlo, comprometida con la claridad y la difusión de una doctrina política, de una apuesta vital, que merece todo nuestro respeto.
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